Fe y Alegría, la red de colegios que creció en zonas populares, ofreció educación gratuita de calidad y sembró la solidaridad en los peruanos

Estudiantes vestidos con buzos rojos, cargando mochilas llenas de cuadernos y con la ilusión reflejada en sus ojos, irrumpían en sus hogares en un día marcado por actividades curriculares. Con el peso aún sobre sus espaldas, se dirigían al primer familiar que encontraban en las instalaciones de sus viviendas y les pedían colaboración para una rifa del colegio. No había motivo para negarse, puesto que el pariente sabía que los fondos recaudados estarían destinados a la educación de los alumnos de Fe y Alegría.

Fuera de la casa, se podía ver a otros alumnos, todavía vestidos con el uniforme, yendo de puerta en puerta para ofrecer a sus vecinos boletos que les podrían hacer ganar un celular, un televisor, una laptop o el tan anhelado automóvil 0 kilómetros. Los colegiales, al ver que sus parientes no podían comprar todos los boletos, los ofrecían a conocidos o amigos. La escena reflejaba un esfuerzo conjunto y un espíritu comunitario que unía a todos en la búsqueda de mejorar la educación de miles de niños y adolescentes.

La escena descrita puede evocar recuerdos en aquellos que han visto a seres queridos ingresar a los colegios Fe y Alegría. Aunque las circunstancias y las acciones puedan variar, la esencia permanece inalterable: vender la mayor cantidad de rifas posibles. Al cumplirse este objetivo, se beneficiarían miles de niños y adolescentes en todo el Perú.

La tradición altruista de colaborar con una rifa ya existía antes de la creación de las primeras cinco escuelas Fe y Alegría en las zonas populares que rodeaban el perímetro de Lima. En 1966, se construyeron simultáneamente colegios en los distritos de San Martín de Porres, San Juan de Miraflores y San Juan de Lurigancho.

El país donde se gestó la rifa fue Venezuela, nación que vio nacer a la Federación Internacional de Fe y Alegría. Esta organización no gubernamental sin fines de lucro, que promueve la educación integral y el desarrollo social, fue fundada en 1955 en el país caribeño con el compromiso de brindar educación gratuita de calidad a las personas más vulnerables.

Pero, ¿quién fue el fundador? Se trata de José María Vélaz, una figura clave en la educación y la ayuda comunitaria en Venezuela. Nació en Rancagua, Chile, el 4 de diciembre de 1910. Tras la muerte de su padre, cuando tenía cinco años, su familia se mudó a España. Allí, Vélaz estudió en el internado de los Jesuitas en Tudela y más tarde en la Universidad de Zaragoza. En 1928, a punto de finalizar sus estudios de Derecho, ingresó en la Compañía de Jesús, lo que marcó el inicio de su vocación religiosa y educativa.

En 1946, fue enviado a Venezuela como parte de su misión jesuita. Dos años después, en 1948, fue nombrado rector del Colegio San José de Mérida. Durante su gestión, no solo desarrolló el colegio, sino que también fundó una red de escuelas en áreas rurales de los Andes venezolanos para ampliar la cobertura educativa.

Finalizado su periodo como rector, intentó poner en marcha un proyecto de escuelas campesinas en los llanos de Barinas, pero la propuesta no fue aprobada por sus superiores. En 1954, fue trasladado a la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. Ahí, en 1955, fundó Fe y Alegría, una organización que ha tenido un impacto medular en la educación de poblaciones desfavorecidas en distintos países. 11 años después, se crearon los cinco primeros colegios en el Perú.

Historia del colegio Fe y Alegría en el Perú

En 1965, el padre Vélaz llegó a nuestro país con el firme propósito de coordinar la fundación de las escuelas Fe y Alegría. En aquellos tiempos, Lima vivía bajo la intensa ola de migración interna, un fenómeno social que transformaba los lugares alejados de la capital en asentamientos humanos y barriadas.

En ese contexto, miles de estudiantes de bajos recursos, quienes habían abandonado sus tierras, necesitaban estudiar en colegios públicos cercanos a sus hogares debido a la falta de recursos suficientes para trasladarse a otras zonas. Ante este panorama, estas escuelas surgieron como un baluarte indispensable.

Antes de que se construyeran los planteles educativos en los barrios populares de la capital, el sacerdote se reunió con autoridades y líderes políticos y religiosos. Juan Cuquerella, ex director general de Fe y Alegría Perú, dio a conocer al medio local citado los nombres de las personas con las que conversó el filántropo.

Esto sucedió en 1965, y un año después se construyeron los colegios en San Martín de Porres (Fe y Alegría 1 y 2), San Juan de Miraflores (Fe y Alegría 3) y San Juan de Lurigancho (Fe y Alegría 4 y 5). Años después, la Federación Internacional de Fe y Alegría tomó una importante decisión luego del terremoto de 1970 en Perú: construir escuelas en las regiones.

“(Los colegios) se trasladan a las grandes ciudades del Perú. Primero fue en Huaraz, luego en Chimbote. En esos lugares nacieron los seis primeros colegios regionales. Con el pasar del tiempo se fueron creando más escuelas en el resto de las ciudades”, indicó el otrora director Cuquerella.

El colegio que recibió el apoyo del Estado y la ciudadanía

Un sector de la población cree que la Federación Internacional de Fe y Alegría es responsable de la contratación de los profesores en sus planteles educativos. No obstante, esta percepción no es del todo correcta. De serlo, los padres de familia pagarían una mensualidad por la educación de sus hijos.

Pero el apoyo del Estado no es suficiente. Por este motivo se realizan rifas cada año. Actualmente, cada boleto cuesta 5 soles, un monto simbólico que se multiplica gracias a la solidaridad y compromiso de los peruanos que no necesariamente tienen a un familiar en las instituciones educativas de la asociación en cuestión.

Los fondos recaudados de las rifas se destinan a cubrir los gastos diarios de los colegios y, principalmente, a la implementación del programa institucional “Escuela Digital”, el cual tiene como objetivo principal el desarrollo de competencias digitales entre los más de 86.000 estudiantes y 4.357 docentes.

Con estos recursos económicos se permite dotar a las aulas de equipamiento y recursos tecnológicos modernos. Entre las adquisiciones se incluyen Chromebooks y televisores, lo que contribuirá a una educación más interactiva y avanzada. Es menester señalar que el programa también contempla mejorar o ampliar la conectividad en los planteles, un aspecto importante para el correcto funcionamiento de estas herramientas tecnológicas.

Al pasar frente a un colegio Fe y Alegría, una oleada de emociones puede envolver a cualquier persona, sin importar si alguna vez cruzaron portones como estudiantes. La simple visión de la imponente construcción despierta una sonrisa en el rostro de quienes transitan por allí, llevándolos a recordar o imaginar momentos de juego en el patio, de aprendizajes compartidos y de enseñanzas inolvidables.

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